viernes, 5 de agosto de 2011

Flanes de chocolate, que viva México y Mr. Storch.

El día en que Rodrigo de Triana, según dicen, gritó aquello de Tierra a la vista desde la carabela La Pinta, la vieja Europa estaba de enhorabuena. No sólo tropezamos con todo un continente, ya es buena suerte, sino que la gastronomía se benefició de productos que ahora son imprescindibles. Los tomates y los pimientos sin ir más lejos, porque a ver quién es el guapo que hace un refrito sin tomate ni pimientos. O las socorridas patatas, que en Málaga seguimos llamando papas, o el maíz brincador de las palomitas que antes se llamaban en Málaga rosetas, lo de palomitas creo que llegó con el cine y el turismo, no tengo ni idea la verdad. Y qué decir de la pimienta de Jamaica o la vainilla, la vida es mucho más interesante con todo esto.

Y el chocolate, con esa etimología mexicana tan sonora Xocolatl que sabe a gloria bendita. Por eso y por otras razones, ¡viva México! a pesar de tener sus ciudades y accidentes geográficos esos nombres que no podré pronunciar bien en mi vida, a no ser que lo haga despacito y fijándome bien: Te-o-ti-hua-can, Po-po-ca-te-petl,  Co-at-zo-co-al-cos, ufff.

Bien tratado y trabajado, el chocolate es algo increíblemente suave, aromático, fundente y engorda cantidad. Como todo tiene arreglo, eso se controla con un par de horitas en la elíptica o dando carreras por el paseo marítimo o el parque más cercano, querer es poder y más te vale porque si no, tu dietista te echa unas broncas que tiembla el mundo. Vamos, a mí nadie me ha bronqueado más que mi dietista, los tiranos de hoy día y yo lo permito, quién me lo iba a decir a mí... la verdad, es que tampoco le hago mucho caso, para que os voy a mentir, de modo que vaya una cosa por otra.

Don David Storch, amigo de mis padres, cada vez que una señora cogía un bombón, decía siempre lo mismo, un segundo de placer en el paladar y toda la vida en las caderas, nunca me pareció delicado eso, por muy británico que fuera Don David, que les amargaba el momento a todas con las tonterías.
Su mujer, Doña Consuelo para los amigos, era española pero parecía más británica que Don David, tomaba el té a las cinco de la tarde todos los días. Cada vez que venía a casa de visita, ya sabíamos que tocaba té a las cinco aunque hubiéramos comido a las dos, nadie tenía ganas de tomar nada a esas horas. De todas maneras, nos daba igual, porque la gente menuda sólo hacíamos acto de presencia en el salón para saludar y allí se quedaban ellas con el té, las pastas y toda la parafernalia. Mi madre y sus amigas eran verdaderamente consideradas con Doña Consuelo, no como Don David y su manía de estropearles el encanto del momento bombón a los postres, que todo hay que decirlo.

Ingredientes.
400 gr de chocolate de cobertura.
8 huevos.
8 cucharadas de azúcar.
1 litro de leche entera.
1 vaina de vainilla.
Azúcar para caramelizar los moldes.

Elaboración.
Hervimos la leche con la vainilla abierta por la mitad a lo largo y nada más empiece a hervir, apartamos del fuego y añadimos el chocolate troceado.
Remover hasta que se deshaga bien. Retirar ahora la vaina de vainilla.
En un cuenco, mezclar los huevos con el azúcar y añadir a esto la leche con el chocolate, que tiene que estar templada nada más.
Caramelizar los moldes y llenarlos con la preparación.
Hornear al baño maría a 180º entre 30 y 40 minutos, depende de cada horno. Lo aconsejable es que a partir de los 30 minutos vayamos mirando cómo va la cocción.
Es importante no pasarse de tiempo, porque queremos unos flanes de textura suave.
Entrar al frigo y servir desmoldados y fríos.
Esta vez los serví acompañados de higos, que les da un toque de frescor muy agradable.


1 comentario:

  1. Hola Maricruz, Qu'e bonitos se ven los flanes de chocolate.. est'an para com'erselos ah'i mismo. Estoy deseando hacerlos yo; otra receta que pienso hacer es la del bizcocho de las especias que me trae tan buenos de la nin'ez. Besos...

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