sábado, 29 de diciembre de 2012

Detapeo en Teatinos y la ollita para cocer pan.


Mi Manuel y yo conocemos a Juan Manuel y Aurora desde los tiempos de la Universidad, antes incluso de casarnos. Ellos se casaron justo una semana antes que nosotros, fue un buen año para esto del casorio.
Fuimos a tomar unas tapitas al establecimiento que han abierto en Teatinos, que se llama así: Detapeo.
Antes, en Málaga, solían dar una tapita con la cerveza o el vinito, pero eso se perdió como perdimos Cuba. Ellos lo han reinventado y me gusta. Por 2 € te tomas la copa y una tapa de las que dan ellos, aquí están las que había ese día.




Es algo así como que estás en casa, vas a la nevera, te abres una cerceza y luego miras a ver qué puedes tomar para acompañarla, sólo que en Detapeo te la sirven estos dos camareros, hermanos e hijos de Aurora y Juan Manuel: Carlos y Javier, guapos y simpáticos a más no poder.



Como nosotros ya no estamos para los taburetes de la barra que son muy monos, pero el cuerpo no nos da para muchos malabarismos, nos sentamos en una zona más reservada con mesas que nos resultan más cómodas. Los fines de semana, dan tapas de marisquito, callos, migas... Ya están preparando una carta de Delicatessen de Barbate: atún en manteca, mojama de atún de almadraba, ventresca, lomo de bonito seco y muchas más cosas exquisitas.
La gente joven tiene un sitio especial para ver los partidos de fútbol a su aire, están permitidos los gritos, los uyyyy, y las protestas a los árbitros.

 Aquí está Javi - niñas, está soltero - tomando la comanda, Juan Manuel, Aurora y mi Manuel de espaldas con su magnífico pelo blanco.


Y empezaron a traer cosas:


Aceitunas aloreñas, buenísimas; navajas de la bahía frescas y sin arena, ensaladilla rusa y coquinas de la Caleta salteadas.










A Juan Manuel le gusta la cocina malagueña y ese día tenían gazpachuelo, me encantó porque soy una fan del gazpachuelo, que era de pescado y gambas; espesito, como debe ser. De remate, profiteroles.











A los postres, una sorpresa. Le había comentado yo un día a Juan Manuel que me gustaría comprar un Pudding Steamer, o sea, una cazuela con tapa para hacer el Christmas Pudding que hago todos los años. (La receta Aquí). Trajo Juan Manuel un paquete y me lo dio ¡Qué emoción! Yo, venga a preguntar qué era y nadie decía nada, hasta que Aurora soltó: ¡es una ollita para cocer pan! lo que no anda muy descaminado, la verdad. Ya tengo mi ollita para el pudding. Gracias.


Pues ha llegado el momento de las confesiones: este año, tan ilusionada con mi molde nuevo que estaba yo, mientras cocía el pudding al baño maría, me puse a hablar por teléfono con mi hija Maricruz y se me fue el santo al cielo. Nada más colgar, empecé a notar un cierto olor a quemado y, efectivamente, se había quedado sin agua la cazuela donde estaba el pudding en su baño maría, que ya no era baño ni nada, ahora parecía un horno de fundición. Le eché más agua, terminé de cocerlo y recé para que por lo menos, tuviera arreglo. Cuando lo desmoldé, estaba negro, negro.

- Ay, vaya tela con los despistes ¿Qué hago yo ahora? - me dije yo a mí misma mientras miraba aquella especie de tapón gigante quemado. Como todo tiene arreglo, cuando se enfrió quité con un cuchillo la capa exterior quemada y apareció el pudding debajo. Pues no estaba ni seco ni sabía a quemado ni nada, qué suerte. La ollita sufrió un poco, pero está en perfectas condiciones de uso, bien está lo que bien acaba. Mea culpa.



Volviendo a Detapeo, a la hora del café fui a pedir un Voluto, pero como me dijeron que no lo traía George Clooney, me tomé un descafeinado. Pienso volver a menudo, ¿quién necesita a Mr. Clooney teniendo un buen Detapeo?















domingo, 16 de diciembre de 2012

Ensalada de naranjas y el pequeño tamborilero



Hay un nene en el vecindario que le tomó afición a esto de tocar el tambor, cosa de lo más normal en Andalucía donde todo lo arreglamos sacando los santos a la calle. Que no llueve, santos en procesión para pedir lluvia; que llueve sin parar y estamos todos cada vez peor del reuma, santos en procesión para pedir que deje de llover. La única diferencia, es que los tapamos con plásticos en el segundo caso, que tienen que durarnos mucho. Y claro, donde hay una procesión, hay una banda de música con tambores. Entonces, a los niños se les antoja y no paran hasta que les compran un tambor de juguete con el que dan la murga durante un tiempo.


A la mayoría se le olvida, pero los hay que se entusiasman y siguen. Este niño empezó a los cuatro añitos o así, y la verdad es que era muy gracioso, tan formalito, desfilando entre los parterres de la urbanización, dando vueltas y haciendo sus pausas y todo. Solía bajar con el padre o la madre al filo de las ocho de la tarde, y ensayaba un ratito. Al año siguiente, ya aprendió a hacer redobles, qué monería. Le compraron otro tambor que, aunque pequeñito, ya no era de juguete. Ahora sonaba más. Y el niño tenía ritmo, nos acostumbramos a que sonara todos los días a la misma hora. Deben ser casi las ocho, decíamos en casa.


El niño ha ido creciendo - el tambor también -  ahora debe tener como siete años. Lleva hasta grupo de amiguitos aficionados al aporreamiento tamboril y menos mal que suele tocar él sólo, los demás le acompañan como una corte pretoriana.
Hace unas semanas, la cosa pasó a mayores. El tamborilero y sus fans se dedicaron una tarde entera a dar zambombazos al tambor con la baquetas, vaya jaleo, sin ritmo, armonía, swing ni nada. Esto pasaba de castaño a oscuro, así que decidí tomar cartas en el asunto y me asomé al balcón.
Yo no necesito gritar, ni me gusta ni hace falta. Basta con poner las manos rodeando la boca, en forma de bocina y la voz se proyecta que da gusto. Esa es la buena noticia. La mala, es que suena un tanto fantasmal, como de ultratumba, queda un poquito raro.


- Niño... niño... ya está bien con el tamborcito ¿no? Que llevas más de cuarenta minutos dando porrazos, hijo mío... El niño miraba a su alrededor con cara de asombro, sin saber muy bien de dónde venía aquella voz. Los adláteres, también. Hice señas con los brazos, como cuando los naufragos quieren que los descubran los de los barcos que pasan a lo lejos. Cuando me vieron, insistí.
- Sí, sí, que ya va siendo hora de que lo dejes, anda guapo... De un banco cercano, se levantó una señora joven, que resultó ser la madre, y empezó a gritar - no todo el mundo sabe lo de las manos en forma de megáfono -.


- Uf, uf... No te metas con mi niño, que no está haciendo nada malo.
- Si yo no digo que esté haciendo nada malo, lo que hace es mucho ruido, que no hay quien aguante esos porrazos, mujer... que lleva ya mucho tiempo con el machaqueo...intentamos razonar mi voz apocalíptica y yo.
- Vaya, qué delicadas somos...ni que el niño estuviera matando a alguien... Por lo visto, aquí no te puedes quejar hasta que no hay un baño de sangre o algo así.

Se fue a por el niño, lo agarró y se lo llevó a su casa con aires de reina ofendida. Con lo fácil que habría sido apuntar al niño en la cofradía de La Esperanza, o en la banda Gibraljaire, que se pasan la vida ensayando para que cuando sacamos a los santos vayan a compás, como debe ser, y no dan la lata a nadie porque para eso lo hacen en sitios donde los de los alrededores ya están acostumbrados, y van y vienen marcando el paso como algo natural.












En este punto, los del club de fans del tamborilero, reaccionaron. Uno me hizo corte de mangas, otro se volvió y me enseñó el culete moviéndolo como los patitos sobrinos del Tío Gilito y el más pequeñajo, que no levantaba ni un palmo del suelo, apretó los puñitos a la altura del pecho, entrecerró los ojitos y ¡me sacó la lengua! No bajé a comérmelo a besos, de milagro. Tardé mucho rato en poder dejar de reírme para contarle a mi Manuel lo que había pasado, que me dijo lo de siempre: un día me van a pegar por tu culpa. Yo comprendo que los niños iban armados con baquetas, pero no creo que sea para tanto...

Ingredientes. No doy cantidades.
Naranjas.
Azúcar.
Caramelo oscuro:
  • 350 gr de azúcar
  • 5 cucharadas de agua.

Elaboración.
Lavar y secar bien las naranjas. Pelarlas con cuidado, para no arrastrar la parte blanca. 
Cortar en juliana muy fina las pieles de la naranja y escaldarlas en agua hirviendo, a fuego suave, durante 3 minutos. Colar y reservar.
Terminar de pelar en vivo las naranjas y cortarlas en rodajas. Colocarlas en un cuenco y espolvorearlas con azúcar.
Reposar durante 2 horas como mínimo.
Hacer el caramelo con el agua y el azúcar, cociendo a fuego vivo durante un par de minutos o hasta que tome color ámbar.
Colocarlo rápidamente sobre un cuenco con agua e hielo, para detener la cocción y que no se queme.
Volcarlo sobre el mármol de la encimera o sobre una lámina de silicona y extenderlo. Dejar enfriar. 
Cuando esté bien frío, romperlo con el rodillo de amasar, por ejemplo, o con cualquier otro utensilio firme. 
Colocar las tiras de piel sobre las naranjas, y por último, los trozos de caramelo. Servir frío.





viernes, 23 de noviembre de 2012

Pastel de chocolate, el turno de tarde y el ascensor


Originalmente, el Duty Free Shop estaba en Salidas Internacionales, que después se llamó la T1 del aeropuerto de Málaga, y en temporada alta - desde abril a octubre - se quedaba ya pequeña. Los fines de semana, se amontonaba media Humanidad en los puestos de control que teníamos que pasar para llegar al trabajo, la tienda estaba en el piso superior. Ya no funciona, para eso han hecho las T2 y T3 donde más te vale haberte entrenado como si fueras a hacer el camino de Santiago, hay que andar muchísimo hasta llegar a la puerta de embarque.

Había un ascensor en una esquina, y era el que cogíamos a menudo cuando no había forma de atravesar la riada de gente que deambulaba por allí. Un domingo, en plena temporada alta íbamos la supervisora y tres más del turno de tarde, yo llevaba este pastel de chocolate, no sé si celebrábamos algo, o por endulzarnos el trabajo. El caso es que estábamos esperando el ascensor, cuando se arremolinó un grupo de turistas detrás de nosotras. Nos miramos un poco inquietas. Llegó el ascensor, se abrieron las puertas, entramos y los de atrás empujaron como en el metro de Tokio.



- Nonono... just one of you...or two...  there isn't enough room... - Ni caso, entró un pelotón de gente, nos vimos aplastadas por la avalancha, se cerró la puerta y alguien pulsó el botón. El ascensor empezó a subir y a los tres segundos hizo plop, después hizo plop-plop, y se paró.

- Arrgggg, arrgggg, lo sabía, ¡yo lo sabía! - gritó con desesperación una de las niñas -, esta gente, ¿por qué no va por las escaleras? Es que no hacen caso de nadie, ahora nos vamos a quedar aquí sin aire, no puedo respirar, ay por Dios, que me ahogo...

Ahí fue cuando nos enteramos de que la chiquilla tenía claustrofobia. Se hizo un silencio espeso, los invasores se quedaron como los guerreros de terracota de Shi Huang, nosotras nos volvimos a mirar pero esta vez con sorpresa y la supervisora para calmarse los nervios, encendió un cigarrillo Condal superlargo.










- ¡Apaga eso ahora mismo!, ¿cómo se te ocurre, sin aire que estamos? ¡Qué poca consideración, Isabel! -, gritó hecha una energúmena, al tiempo que alzaba el brazo por encima de unas cuantas terracotas y le daba un palmetazo al cigarrillo que salió volando. Si alguien se quemó, no tuvo valor para protestar. Llamamos al timbre de emergencia que hizo un triiiing flojito, flojito y sólo sirvió de señal para que todo el mundo se pusiera a gritar.

- ¡Oigan, oigan, que estamos aquí, el ascensor se ha parado, alguien que venga! Con la escandalera de gente que había abajo, tardaron en oírnos.
- ¿Qué pasa ahí?-, se oyó abajo. Explicamos a gritos lo que pasaba, a ver si se iban a creer que habíamos montado un tablao flamenco porque no teníamos otra cosa que hacer.
- Las niñas libres de impuestos, que se han quedado encerradas en el ascensor-, dijo quien fuera.
- Tranquilas, que vamos a avisar a los de mantenimiento-. A las dos y media de la tarde de un domingo, seguro que estaban comiendo con los walkie-talkie apagados, como si lo viera.



Nos rescataron a los veinte minutos, hasta la compañera claustrofóbica se cansó de hiperventilar e incluso confraternizamos con los culpables que resultaron ser de la Britsh Airways, que volvían al Reino Unido encantados con el sol, el gazpacho, la paella y las juergas nocturnas. Dijeron que si perdían el vuelo de regreso, tampoco les importaba mucho. Ya podían haberse escondido en los lavabos en vez de invadir el ascensor con unas pobres trabajadoras dentro.

Los de mantenimiento no salían de su asombro al ver tanta gente salir de aquel ascensor. Nos echaron la bronca. Salimos pitando escaleras arriba que las del turno de mañana tenían que estar más o menos cabreadas por el retraso, y todavía sigo sin recordar en qué momento perdí de vista el pastel del que nunca más supimos. Lo mismo acabó en Gatwick, vete tú a saber.











Ingredientes.

250 gr de chocolate negro. He usado 1 tableta de Nestlé postres.
6 huevos.
12 cucharadas soperas de azúcar.
1 vasito de brandy, o cualquier otro licor.
2 cucharadas soperas de harina de repostería.

Elaboración.
Fundir el chocolate al baño maría, procurando que no hierva. Reservar al calor.
Separar las claras de las yemas. Añadir a las yemas el azúcar y batir bien hasta que blanqueen y estén ligeramente espumosas.
Unir el chocolate fundido a la preparación de las yemas, trabajando bien. Añadir el brandy y a continuación, las dos cucharadas de harina.
Montar las claras a punto de nieve firme y unirlas al compuesto de las yemas y el chocolate con movimientos suaves y envolventes para que no se bajen.
Colocar en el molde encamisado y entrar al horno precalentado a 180º, durante 30 minutos aproximadamente.
Desmoldar tibio. Yo le doy la vuelta porque tiene mejor vista.
Servir tal cual, o con una cobertura de chocolate.






domingo, 11 de noviembre de 2012

Bollitos de cardamomo, las historias del Duty Free


Los Duty Free Shops o tiendas libres de impuestos, empezaron a funcionar en España con la llegada de la democracia. Votar por primera vez y abrir los Duty Free, fue todo uno. Cuando se inauguró la tienda de Málaga, allí estaba yo y no porque estuviera esperando tras la puerta como en las rebajas de Harrods, ese fue mi primer trabajo.

Éramos treinta y cinco chicas trabajando en tres turnos diarios de mañana, tarde y noche, cinco de ellas supervisoras y el resto repartido entre Perfumería, cajeras y auxiliares. Había dos francesas, dos suecas y una noruega, las demás éramos españolas. También había cinco mozos de almacén cuyo principal interés y cometido era conseguir que las niñas hiciéramos su trabajo, con su jefe de almacén. Y dirigiendo todo, el jefe de tienda, Don Alfredo y su secretario, que debió ser Houdini en una vida anterior, porque se despistaba que daba gusto. Cuando ya pensábamos que había embarcado con destino a Tombuctú, aparecía.





- Pero hombre, ¿dónde estabas, que lleva Don Alfredo preguntando por ti toda la mañana?
- Un momento: que yo no he salido del recinto aeroportuario decía tan tranquilo, como si le pagaran por hacer bulto en el aeropuerto.
- Eso se lo dices a Don Alfredo que está que trina. Y allí que se iba al despacho pasillo adelante, más  contento que unas Pascuas. Don Alfredo cada vez tenía más canas.

Era Don Alfredo un general retirado del Ejército del Aire, que no sabía qué hacer con tanta mujer a sus órdenes, él estaba acostumbrado al recio carácter de los militares, no entendía la sutileza de la personalidad femenina. Se rindió el día que asumió que nunca íbamos a mirar el 'orden del día' que mandaba poner - si lo encontraba - al secretario todas las mañanas en el tablón de anuncios. Es que ninguna habíamos hecho la mili, hay que entenderlo.










Inauguramos la tienda en la Primavera del año 1977. Antes nos habían dado un curso para hacernos con el manejo de los clientes, de las cajas registradoras, y todo lo demás. Estábamos conectados con Madrid por línea telefónica que, en aquel tiempo se desconectaba cada dos por tres, y era cuando al grito de ¡se ha caído la línea! nos quedábamos en una especie de páramo informático y a las supervisoras se les ponía muy mal color.

El primer día llegamos las que estábamos de turno con nuestros flamantes uniformes, de color verde raro. La falda, con un tono tirando al verde-guardia-civil, la blusa de un color chicle-de-menta-masticado-durante-horas y un pañuelo al cuello con una lazada que tenía los dos colores, para que se viera bien la paleta cromática. Los zapatos de tacón negros de salón. Las que sabían idiomas, a perfumería que había que interactuar más con los clientes, extranjeros en su gran mayoría, y el resto a cajera o auxiliar. Yo, como hablo inglés, francés, español y cateto, a perfumería de cabeza, todo el rato de pie con los zapatitos de salón.


Pues ese primer día de trabajo, en plena aglomeración, se cayó la famosa línea, adiós cajas registradoras, se hizo un fundido en negro en todas las pantallas, qué bien. Salió la supervisora de turno con blocs de facturación a mano para todas y una pastilla para los nervios para cada una, eso es ser eficiente y pensar en todo. Yo cogí el bloc pero no quise la pastilla, preferí vivir la emoción del momento con toda intensidad, fue emocionante, un caos total. Los clientes que oían anunciar la salida de su vuelo, salían a toda velocidad dejándolo todo por medio. Tuvimos que manejar quince divisas diferentes, el euro no estaba ni en proyecto, hubo quien cobró hasta en libras de Gibraltar que no estaban admitidas y menos mal que a nadie se lo ocurrió pagar con dinero del Monopoly.

La línea siguió caída el resto del turno de trabajo, acabamos todas con el maquillaje hecho una pena, las blusas fuera de su sitio, los pañuelos de cualquier manera, los tacones torcidos y cuando hicimos el arqueo, ninguna caja cuadró. Fray Leopoldo de Alpandeire nos miraba con una sonrisa socarrona desde una estampita que alguien había colocado en el ordenador principal que conectaba con Madrid. Me dio qué pensar...


Esta receta es de la compañera noruega del Duty Free, o Aldeasa que es la empresa que gestionaba las tiendas libres de impuestos. Ella y yo éramos las aficionadas a la cocina e intercambiamos muchas recetas. Gracias Anne.

Ingredientes.
1 kg de harina de trigo.
1/2 l. de leche.
125 gr de mantequilla.
50 gr de levadura prensada.
Cardamomo molido.
1 cucharada de azúcar.
1 cucharadita de sal.
1 huevo batido para pintar la masa.

Elaboración.
Colocar la harina en un cuenco grande y añadir la mantequilla a cuadritos. Unir con la punta de los dedos.
Añadir el azúcar, la sal y el cardamomo.
Templar la leche y desleír la levadura en un poco. Volcar todo en el cuenco de la harina con la mantequilla. Unir todo hasta conseguir una masa. Hacer una bola y dejar reposar en un sitio templado, tapada con un paño, hasta que doble su tamaño. No suele tardar más de 90 minutos.
Volver a amasar, hacer los bollitos y colocar en la bandeja de hornear. Tapar de nuevo con un paño limpio y esperar 20 minutos para el segundo levado.
Pintarlos con huevo batido y hornear durante 15 min. aproximadamente a 200º.

Nota: la textura de estos bollitos no son como la de los bollos de leche; tampoco es una textura de pan. La masa parece dura al principio, pero al amasar se vuelve suave. No conviene amasar mucho tiempo, sólo el imprescindible para que coja cuerpo.
Se comen templados con mantequilla y mermelada. Con la espera se endurecen.
Se pueden congelar.


domingo, 4 de noviembre de 2012

Andreítos y Don Juan Tenorio


Celebrar el Día de Todos los Santos, sigue siendo una tradición en mi familia. El menú básico se mantiene como ya conté  Aquí pero me gusta cambiar el entrante cada año, original que es una. Este año he preparado "Andreítos" que son como los Andresitos famosos de Samoa en Málaga y la receta la tenéis Aquí, el blog de una malagueña salerosa donde las haya de la que tengo el placer de ser amiga. Los llamo 'Andreítos' porque les falta el jamón cocido para ser los verdaderos, de modo que también le quito una letra al nombre y se quedan en Andreítos, original que sigue siendo una.

Antes de Halloween,  representaban El Don Juan Tenorio de Zorrilla, y todos recitábamos aquéllo de ¿no es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla... Pues no es verdad, porque el texto original dice ¿no es cierto, ángel de amor...? lo de ¿No es verdad...? aparece en la tercera estrofa, que me acuerdo yo muy bien.



Don Juan Tenorio es un dramón decimonónico en verso, que se desarrolla siempre de noche, con espíritus que se materializan y hablan del Infierno - que éso si que da miedo y no una calabaza con una vela dentro -,  y donde muere hasta el apuntador. Don Juan Tenorio y Don Luís Mejía hacen una apuesta para demostrar cuál de los dos es capaz de meterse en más problemas con la justicia y más mujeres conquistan o burlan. Se dan de plazo un año y cuando se encuentran en Sevilla por Carnavales, resulta que gana Don Juan. Don Luís se enfada y le dice que menos lobos,  que le falta seducir a una novicia a punto de profesar, y entonces Don Juan le dice que sube la apuesta.También seducirá a Doña Ana de Pantoja, la prometida de Mejía. La cosa se pone interesante.

Don Gonzalo, el padre de Doña Inés, la novicia en cuestión y que por cosas del destino, habían apalabrado su boda con Don Juan,  está presente y con antifaz cuando el reencuentro en la hostería del El Laurel. Se enfada con santa ira como es natural. Don Diego, el padre de Don Juan también está allí  con antifaz, se enfada mucho más, pone a su hijo como a hoja de perejil y reniega de él, como está mandado. Un mal rollo espantoso.


Esa misma noche, Don Juan seduce a la Pantoja, secuestra a Doña Inés que se desmaya de la impresión y se la lleva a su quinta. Allí, cuando se recupera, le declara su amor con el famoso monólogo del sofá, que es larguísimo y precioso, todo en redondillas. Llega Don Gonzalo buscando a su hija, Don Juan lo mata y también mata a Don Luis que ha llegado antes con un cabreo del quince porque se ha enterado de lo de la Pantoja, - nada que ver con la del Cachuli y el Paquirrín - . Tiene que salir huyendo. Normal.


A los cinco años vuelve, y resulta que se ha muerto todo el mundo: el padre de Don Juan, y hasta Doña Inés, que es una sorpresa porque no sabíamos que estuviera enferma ni nada y además no dicen de qué murió, que siempre es una lata no enterarse de todo con detalle. Don Diego ha mandado hacer sobre el palacio familiar un panteón con las estatuas de todos ellos en mármol y allí se encuentra Don Juan con los dos únicos amigos que siguen con vida: el capitán Centellas y Don Rafael de Avellaneda. Los invita a cenar y, como el que nace lechón muere cochino, fiel a su fanfarronería, también invita al Comendador - el convidado de piedra -  que ya sabemos todos que está muerto porque lo mató él mismo cinco años atrás, lo que pasa es que con tantas muertes, ya perdemos la cuenta.



Durante la cena, se empiezan a oír golpes en la puerta de la casa, luego en la escalera - esa aldabada postrera ha sonado en la escalera -  y por último, en la puerta de la sala. Entra el Comendador y Centellas y Avellaneda se desmayan, un recurso al que recurre Zorrilla cada vez que no sabe cómo solucionar una escena: todos a dormir. El Comendador habla con Don Juan, y le dice que al día siguiente morirá; también aparece Doña Inés, que le habla del amor y le recuerda  que se salvarán juntos o se condenarán juntos y acto seguido, se van. Se despiertan los desmayados, discuten porque culpan al otro de haber preparado una broma de mal gusto, se retan en duelo y Centellas mata a Don Juan.











Aparecen otra vez El Comendador y Doña Inés-del-alma-mía-luz-de-donde-el-sol-la-toma, y cuando parece que Don Gonzalo se lleva el alma de Don Juan al Infierno, el amor de Doña Inés puede más, y Don Juan aprovecha el último grano del reloj de su vida y se arrepiente de todo. Se salvan los dos, qué bonito. Para quitarnos el susto, nos íbamos a comer, y de postre, los huesos de santo y los buñuelos.



Ingredientes. No doy cantidades.
Pan blanco para enrollar o pan de molde sin corteza.
Yemas de espárragos blancos.
Salsa mayonesa. Esta es casera.

Colocar el pan entre dos hojas de papel encerado o papel film. Estirarlo con el rodillo.
Escurrir las yemas de espárragos y secarlas con mucho cuidado entre dos láminas de papel absorbente.
Untar el pan estirado con una fina capa de mayonesa. Partirlo por la mitad a lo largo.
Colocar una yema de espárrago en un extremo del pan y envolverla. Cortar el pan sobrante.
Disponer todos los rollitos en la bandeja de presentación y adornar con un cordón de mayonesa.









lunes, 29 de octubre de 2012

Mermelada de higos. Una mañana de compras.



Pues hace como dos semanas, teníamos que comprar algunos regalos y como llovía a mares, en vez de callejear que es lo que nos gusta, nos fuimos mi Manuel y yo a El Corte Inglés, que hay de todo y además no llueve dentro. El resto del mundo tuvo la misma idea, qué ambientazo. Comprar, lo que se dice comprar yo creo que compraban poco, pero nos encontramos a todo calle Larios dando vueltas por allí. Sólo faltaban los que hacen de estatuas vivientes, el de los cupones de la ONCE, los que pasean a los perritos y el de las pompas gigantes de jabón.

Lavar los higos con cuidado

Ya que estábamos, aproveché para comprar maquillaje que necesitaba y mi eau de parfum que había terminado y yo, sin mi fragancia, no soy la misma. Había una promoción: si comprabas otro producto más de la misma marca, te regalaban un kit completo de máscara de pestañas, serum antiarrugas, y no sé cuántas cosas más. A punto estuve de caer en la tentación, pero recordé a tiempo que ya tengo de todo eso y me resistí. Así es cómo vas a por una sola cosa y vuelves con la Visa echando humo y un montonazo de artículos que ni necesitas ni nada, y al final te hace tan poca gracia que cuando te pones el serum, te sale sarpullido y todo, del mal cuerpo que se te queda.

Partirlos en dos

Tenía más o menos pensado lo que quería, de modo que la angustia del qué le compro a estas criaturas me la ahorré por esta vez y nos encaminamos a las tiendas de marca que hay todas juntas, y que tienes que fijarte mucho para saber dónde te encuentras, porque no están separadas. Tú piensas que estás viendo artículos de Bimba y Lola, por ejemplo, y cuando miras el precio te da un patatús. Sin darte cuenta, te has colado en Carolina Herrera y no es lo mismo, claro. Doña Carolina no se anda con tonterías a la hora de cobrar, y para eso hay que estar preparada desde unos días antes.

Colocar capas alternas de fruta y azúcar


La vendedora estaba atendiendo a una señora. Es la ley de Murphy: si sólo estás mirando, se acercan en batallón a preguntarte si necesitas ayuda, pero si vas a tiro hecho, seguro que está la pesada de turno monopolizando al personal. Eso fue lo que pasó. La señora,  hizo probarse a la dependienta todos los pañuelos de cuello que había, que eran muchos, mientras yo rezaba por que no fuera una fan de Isasaweis y no hubiera visto su vídeo acerca de 'las mil y una maneras de colocarse un pañuelo de cuello, bufandas y fulares', que dura la friolera de 14 minutos y 50 segundos. Muy bonito.

Terminando con el azúcar


 Estuvimos esperando tanto, que la dependienta nos miró desde lejos y nos dijo:
- En seguida les atiendo, un momento. Qué detalle...
- Nada, nada - dijo mi Manuel -, no se apresure, nosotros estamos aquí per-dien-do-el-tiem-po, tan a gusto. Y se quedó tan pancho. Yo me eché a reír y la señora nos miró como con rencor, no entiendo yo el porqué.

Añadir el zumo de los limones


Al final, no compró nada, la vendedora nos atendió, yo pude comprar los regalos que quería y además,  me compré un pañuelo precioso que, a ella le quedaba superbien, que me había fijado yo cuando la demostración. Me lo pongo de la manera cincuenta y siete del vídeo de Isasaweis, o sea, divino. Menos mal que la mermelada la había hecho el día anterior, porque había pensado hacerla al volver de las compras, ahí anduve lista.

Hervir a fuego suave, 45 min.


Ingredientes.
2 kg de higos.
1 y 1/2 kg de azúcar.
El zumo de 2 limones.

Lavar los higos con cuidado de no deshacerlos, secarlos con un paño, quitarles el pedúnculo y partirlos en dos.
Colocarlos por capas en un recipiente, con el zumo de los limones, y el azúcar, alternando las capas de fruta con las de azúcar, empezando y terminando siempre con el azúcar.
Entrar al frigo al menos tres horas. Yo lo dejo siempre una noche.
Hervir durante 45 minutos, a fuego suave, removiendo con bastante frecuencia.
Los higos deben estar tiernos y el jarabe denso.
Dar unos golpes de batidora, si se quiere, y embotar en caliente, poniendo los botes cerrados boca abajo hasta que se enfríen.