Cuando mis hijas eran pequeñas, yo iba corriendo por todos sitios. Al trabajo, en casa, en la cocina... hasta paseaba a toda velocidad, se me quedó la costumbre, que las niñas se quejaban con tanta marcha mami, mami, que no corras tanto, que no podemos, y resulta que ahora les gusta correr porque así están más en forma y se conservan jóvenes y estupendas. El arbolito, desde chiquito.
Un día me puse a hacer huevos rellenos y cuando fui a la despensa a por el tomate frito, no había. Aparte de corredora de fondo, me aficioné a pensar rápido. No importa, me dije yo a mi misma en un arranque de optimismo, le pongo ketchup y que sea lo que Dios quiera. Y, por si acaso, no dije nada. Pues estaban buenos, les gustó sobre todo, el puntito diferente que le encontraron.
La siguiente vez que los hice, lo que no había era ketchup. Volví a hablar conmigo misma, me repetí lo de que no importa y todo eso, y le puse unas gotitas de salsa Perrins a la salsa de tomate de siempre. Como también les gustaron, ahora los hago de tres modalidades: los de toda la vida, los de ketchup y los de salsa Perrins pero sigo sin decir ni pío, es más divertido.
Hace unos días, fuimos Rosa, Conchi y yo a hacer unas gestiones al consulado de Estados Unidos, que está en Fuengirola. Tardamos en dar con el edificio y luego tuvimos una larga conversación con la señora Cónsul que nos recibió detrás de un mostrador con cristales, que no sé yo si eran blindados o qué, pero era exactamente como un Papa móvil, aunque sin moverse y con una señora detrás.
Y allí estuvimos un rato entretenidas con esto y con lo otro, que si rellene estos formularios, que si póngase en contacto con la embajada en Madrid, que si ahora por preguntar una cosa más, rellene también estos otros formularios... en fin, lo que se hace en estos sitios de papeleo, que al final nadie sabe ya lo que iba a resolver porque la cosa se enreda cada vez más y terminas con la impresión de que te van a nombrar persona non grata o te van a apuntar en el listado de los más torpes.
Ya nos íbamos, y Rosa dijo mira cuántos folletos hay en esta estantería. Conchi y yo salimos por la puerta que se cerró con siete cerrojos por lo menos !Clink-Clonk-Cataclank!, y Rosa se quedó dentro. Yo no lo podía creer
- Conchi, que Rosa se ha quedado ahí encerrada, ¿será posible?
- Rosa, Rosa, ¿qué haces ahí dentro? Le decíamos bajito desde este lado de la puerta, y ella, nada.
Nos pusimos a reír, procurando que no se nos oyera, que la cónsul no tenía cara de buenos amigos, y fue mucho peor porque hacíamos unos ruidos rarísimos, tapándonos la boca apoyadas en la puerta del ascensor, y las lágrimas estropeándonos el maquillaje de ojos. Oímos trastear en la puerta
- Disculpe, creo que me he quedado encerrada, ¿podría abrirme la puerta para que pueda salir, por favor? Es que si no, me voy a tener que quedar aquí todo el día.
- Cielos, NO. Se oyó la voz de la cónsul que abrió los cerrojos y apareció Rosa sonriente con un montón de folletos informativos de no-se-sabe-qué, y preguntándonos de qué nos reíamos.
Con todo esto, cuando llegué a casa ya era tarde. Preparé unos huevos rellenos porque no tenía tiempo para más. Se llaman Mimosa, porque las ralladuras de las yemas de huevo cocido recuerdan el aspecto de las mimosas cuando florecen en Primavera.
Ingredientes. Esta vez, no doy cantidades.
Huevos.
Atún en aceite de oliva.
Salsa mayonesa.
Salsa de tomate.
Salsa Perrins.
Elaboración.
Pinchar la cáscara de los huevos por el extremo redondo para que no estallen al cocer.
Colocarlos en agua fría al fuego y cocer diez minutos a partir del punto de ebullición.
Pasarlos por agua fría y pelarlos. Cortarlos por la mitad a lo largo y sacar las yemas, reservando dos o tres.
Aplastar las yemas con un tenedor, añadir el atún desmenuzado y aplastarlo también con el tenedor.
Por último, la salsa de tomate con un chorrito de salsa Perrins y mezclar bien.
Rellenar las claras con la preparación y colocar en el plato de presentación.
Rallar las yemas reservadas sobre los huevos y acompañar con una ensalada.