jueves, 30 de mayo de 2013

El absurdo diálogo en el banco.Tarta de chocolate y plátano


Tenía yo una hucha de esas en las que se guardan las monedas de 2 euros, y al cabo de casi dos años la he abierto porque pesaba mucho. Bueno, pues estaba llena hasta la mitad, para que luego digan que las finanzas no son un negocio con peso específico y engañoso.


Antes de llevarlas al banco, pregunté cómo era la cosa, no me imaginaba yo con la hucha destripada contando con el cajero las monedas, y por supuesto que no va así. Desde que Ikea inventó lo de "hágalo usted mismo", todo lo tienes que trabajar tú. En el banco te dan unos contenedores para monedas, tú los llenas, y los vuelves a llevar un día que no tengas prisa porque es complicado de verdad.
Primero, no puedes llevar tanto peso en el bolso, así que busca una bolsa que sea de tela, las otras no sirven, se rompen.
Luego, piensa cómo llevar la bolsa, no puedes colgarla del brazo ni del hombro, que la fisioterapia está muy cara, como todo últimamente. La metes en el carrito de la compra, que si es de alta gama como el mío, aguanta perfectamente.
Llegas al banco, abres la puerta, entras en el compartimento estanco, ese que parece una pecera, hasta que se enciende la luz verde y pasas al interior. Un calor...


Tras aguantar la cola y cuando el cajero por fin me hizo la seña de los elegidos, nos adelantamos mi carrito y yo.
- Buenos días.
- Bnss jummmmsss.
- Pues aquí que vengo yo con estas monedas de 2 euros para cambiarlas por billetes, por favor.
- Vamos a ver. ¿Es usted cliente de esta sucursal?
- Yo si ¿Por? - contesté dando un talegazo con las monedas, sin querer, sobre el mostrador.
- Es que cada uno tiene que ir a su sucursal ¿Sabe usted?
- ¿Cómo? Si yo sólo vengo a cambiar monedas por billetes... ¿Dónde está el problema? Además, si quiere le doy mi DNI, el carné de conducir, mi afiliación política, el número de la Seguridad Social o lo que usted quiera.
- Su DNI mismo.



Las monedas, mi carrito y yo no salíamos de nuestro asombro. Miré al cajero de la ventanilla del al lado - Rafael - , que nos conocemos desde siempre, enarqué las cejas, ladeando ligeramente la cabeza en un claro gesto de interrogación y me contestó con un encogimiento de hombros.
- ¿Y si diera la casualidad de que yo estuviera en casa de una hermana mía, o cuidando a alguien y esta no fuera mi sucursal, qué?
- Ah, pues tendría que ir a su sucursal igualmente. Cada uno, a su sucursal. Qué hombre más territorial, por Dios.
- ¿Ve usted este paquetito? -, aclaró mientras agitaba uno de los paquetes de monedas que yo había llenado la tarde anterior, al tiempo que me tiznaba las manos contándolas, que parece que no, pero están muy cochinas.
- Bueno, pues ¿Quién me dice a mí que usted no ha metido entre las monedas de 2 euros, monedas de esas que tienen el mismo tamaño pero que no son de 2 euros? El carrito y yo casi nos caemos patas para arriba.
- ¿Y en qué momento los clientes nos hemos convertido en delincuentes? Además, por esa regla de tres, ¿Quien no me dice a mí que no bien me haya dado media vuelta, usted cambia mis monedas por otras falsas? Y sobre todo, ¿Cómo prueba usted que esos paquetes son los míos? No los ha identificado, que me he fijado yo.



Todo el mundo estaba ya pendiente de semejante diálogo absurdo. Se oyó una voz tres puestos más atrás en la cola: "Ahí le ha dado... la señora tiene razón". Hubo murmullos a favor y en contra, pero antes de que la cosa se animara, un señor mayor se puso nervioso y nos echó la bronca a todos.
- Aquí lo que hay que hacer es dejar de discutir por tonterías, que esto no es un casino, coño.























El cajero contó los paquetitos, me dio los billetes a través de la ventanita del cristal blindado y susurrando para que no me oyera el señor del casino, le hice ver que cualquiera de esos billetes podía ser falso, pero que me fiaba de él porque todavía había clases.
- ¿Le importaría darme un sobre para meter el dinero, por favor? Si hace falta, yo se lo pago.
- Nono, yo le doy un sobre.
- Bueno, pues no se preocupe que no pienso decirle al Sr. Botín que me ha dado usted algo gratis, no sea que lo echen por dilapidador.





Di un golpe de melena, giré 180º  y me dispuse a salir con la mayor dignidad posible, estilo militar que pasa revista a la tropa; en este caso, la cola de sufridos clientes. Al pasar junto al señor protestón, me guiñó un ojo. Lo mismo era un tic nervioso o el efecto secundario de alguna medicación, pero no me quedé allí para averiguarlo.  Como digo, todo muy absurdo.


Ingredientes.
200 grs de chocolate Fondant negro.
4 plátanos.
4 yemas de huevo.
4 cucharadas de azúcar.
4 cucharadas de ron.
300 gr de masa quebrada.

Elaboración.
Hacer la masa quebrada y dejarla reposar en el frigorífico al menos 30 minutos. También se puede comprar ya hecha, las hay de buena calidad.
Al cabo de este tiempo, extender la masa con el rodillo y forrar un molde de tarta desmontable.
Hornear en ciego (cubierto con papel de aluminio y con legumbres secas para que haga peso y no se levante la masa), hasta que esté dorada y se despegue ligeramente por los bordes. Tardará 15 ó 20 minutos a 180º.
Cuando la masa esté cocida, quitar el papel de aluminio y las legumbres y dejar 5 minutos más para que tome color dorado.
Pasar por la batidora dos plátanos con el azúcar, el ron y las yemas. Añadir el chocolate fundido al baño maría o unos segundos en el microondas.
Mezclar bien, verterlo sobre la tarta y dejar enfriar.
Cortar en discos los dos plátanos reservados y rociados con zumo de limón. Pincelar con gelatina neutra (opcional).